31 DICIEMBRE 2009. Último día de un gran año. Olvidaos de la crisis y de cualquier cosa que os agobie. El único balance que merece la pena es el personal. El de las personas que han compartido su vida contigo durante este año, y a las que tú has hecho partícipe de la tuya. Para mi los momentos vividos este año han sido inolvidables. No todos buenos, es cierto, pero no podemos elegirlos. Olvidaos porque no tenemos el control sobre ello. Y eso es lo apasionante. Esta canción de Pereza ha pasado a ser para mi de esas que se unen a sensaciones y momentos muy especiales, y que en una sola frase es capaz de condensar una montaña de poesia, visual y sonora; casi onírica.
MI CORAZÓN ARDÍA COMO EL WINDSOR
Sólo un deseo para 2010: Que los corazones ardan como el Windsor.
Esta es una pequeña y personal felicitación de Navidad. Como ya dije en la entrada anterior, uno tiene que poner ilusión en lo que hace, y si uno no la encuentra también vale la ilusión de los demás. Déjemonos contagiar, o contaminar, como decia aquella canción, que no es literalmente un villancico, pero no es mala época para escucharla. Siempre es buen momento.
Hay canciones que se clavan en ti, y que sin entender del todo porqué, se mimetizan con uno, o uno con ellas, hasta el punto de que cuando suena en la radio o alguien la tararea parece que se dirigen a ti, porque es parte de ti. Imagino que parte de ese misterio esta unido al tiempo, a los momentos vividos, a los recuerdos. La música tiene ese poder de trasportarte a momentos pasados con mayor rapidez y efectividad que ningún otro camino. Y esta canción causa ese efecto en mi; aun no entiendo porqué. Se acerca final de año, y por fin ha llegado el frio a este2009. Este año el veranillo de San Miguel ha durado casi tanto como el verano entero, mejor dicho, se ha comido medio otoño. Peró llegó; y como decía en la entrada anterior, deseoso de que llegue una nueva nevada. Por un lado perplejo de que los meses se hayan esfumado con esta rapidez que empezamos a percibir los treintañeros. Y por otro impaciente porque haya momentos futuros mejores, o repetir a ser posible las buenas sensaciones vividas. Como veis, no tengo nada que contaros, sólo divagaciones de una tarde fría de Diciembre, en la que huele a leña quemada en las calles de Tíjola, o a morcilla recién hecha en alguna fábrica de embutidos cercana, o a bizcocho horneado en la casa de algún vecino. Es placentero ver que algunas cosas permanecen igual a lo largo del tiempo. Aun y así, no creo que haya tiempos pasados mejores. Lo bueno siempre está por llegar, aunque da vértigo. Empecé este blog siendo bastante crítico con algunas cosas de mi entorno. Cuando en algún momento hacía referencia a conservar o potenciar algunas tradiciones de los pequeños pueblos andaluces, no pensé en algo muy propio del mes de Diciembre como son los Belenes, y los villancicos andaluces, cantados con tanta alegría que sorprenden a cualquier extranjero. No lo sé con certeza, pero tengo la sensación de que habría que recuperar muchas de esas cosas. No tantas cenas de empresa, y si salir a pedir el aguinaldo. Poner el acento en lo personal más que en lo material. Reconozco mi error, y también mi culpa. Hace años, me encantaba montar el Belén de mi casa, pero un cúmulo de circunstancias hizo que esa ilusión se perdiera. Y si, para culminar este año tan creativo y fructuoso, me he propuesto volverlo a montar. La causa no es otra que la ilusión de alguien que quiero, que a falta de la propia ilusión, pues también vale. Por amor. Por quererte.